Mi último post del año

Buenos días a todos,

Desde mi confortable morada en mi preciosa ciudad de Madrid, escribo la que será mi última entrada de mi blog en este 2017.

Solo quiero recordar algunos de los momentos, logros, y cosas memorables que han sucedido durante estos meses. Y es que han pasado muchas cosas!

Comencé el 2017 en esta, mi ciudad, Madrid, pues como gato que soy, me gusta pasar las navidades entre familia y amigos, comer como un cerdo hasta reventar, y salir a ver las luces, aunque este año creo que andaremos todos como borregos en círculos por el centro…

Después de pasar unas semanas por España, me regresé a Ecuador, solo para incursionarme durante poco más de un mes por los bosques nublados de Mashpi Lodge, fotografiando su increíble fauna y flora. Durante esos días estuve rodeado de las más bellas aves, como tucanes, chotacabras o colibríes, y de los más raros y coloridos insectos. En conclusión disfruté como un enano.

Pero no tarde mucho en volver a España, esta vez para volar directamente a Budapest, donde fui invitado por NaturArt, donde daría una charla sobre mi evolución como fotógrafo de naturaleza, en compañía de algunos de los mejores fotógrafos de Hungría. Después de tanta charla, me fui a recorrer las calles y orillas del Danubio, que baña a Buda y Pest. Sin duda alguna, una ciudad que volveré a visitar algún día.

Ya de vuelta a Madrid, disfrutaría unos días más de la Sierra de Guadarrama, y de las calles madrileñas, para volver de nuevo a Ecuador, donde pasaría los 8 meses siguientes.

Tras unos días por la ciudad de Quito, rodeada por sus volcanes, su contaminación, y de sus pintorescos matices andinos, volví a viajar al chocó, esta vez a uno de mis lugares favoritos del mundo, El Jardín de los sueños. Un lugar donde cada vez que tengo un rato, intento ir, pues más que en un lodge, me encuentro como en casa, pero rodeado de bosque, animales y plantas, y por supuesto la lluvia.

Después de trabajar y descansar en este hermosísimo lugar, me dispuse a emprender un viaje de 4 meses. Empezando por el páramo andino, y acabando por la Amazonía.

Durante unos días, estuve alojado en uno de los lodges más pintorescos del Ecuador, Chilcabamba. Este lodge, localizado en las faldas del volcán Cotopaxi, tiene una de las mejores vistas que uno puede desear tener en un salón, mientras desayunas, tomas un café o simplemente te relajas. Tras pasar unos días fotografiando este bello paisaje, sus cascadas, o degustar el menú degustación que Álvaro, el chef alojado en este peculiar paraíso andino prepara, me dispuse a viajar a Quito, donde haría las maletas para viajar al oriente.

Con casi 60 kilos en las maletas, entre equipo fotográfico, ropa y demás cachivaches, cogí un vuelo que me dejaría en la ciudad del Coca, a las orillas del Río Napo, donde siglos antes grandes exploradores y científicos como Jiménez de la Espada, llegaron para adentrarse en la Amazonía.

Sin duda estaba expectante y nervioso por llegar a mi destino, en el cual pasaría los próximos meses metido. Y tras varias horas de canoa por el río coca, llegamos a los embarcaderos de Sani, donde tras un rato caminando por sus andenes, llegaríamos al río que llega a la laguna, en la cual se encuentra localizado el Lodge. Nada más llegar supe que sería una gran experiencia y desafío el permanecer por tanto tiempo en un mismo lugar.

Ya allí, conocí a Paul Bertner, científico, fotógrafo, viajero y explorador. Paul fue el que me introdujo a este lugar, y siempre estaré agradecido por ello. Tras pasar un par de días con el, conociendo el lugar, introduciéndome a la gente, y hablando sobre el lugar, abandonó el lugar para irse a Canadá, dejándome a cargo del proyecto.

Durante las 2-3 primeras semanas, todo fue muy bien, estaba entusiasmado, activo y motivado, y las fotos llegaban una tras otra. Pero pasado ese tiempo, llegó el cansancio, y la selva empezaba a hacer mella sobre mí. Mi productividad bajó en picado, el verde empezaba a afectarme y empezaba a irritarme con la simple presencia de un mosquito. Tras unos días de relax empecé a tomarme el proyecto de una forma más calmada. Nunca había pasado más de dos semanas en un mismo lugar, y esto era un nuevo reto para mí. Ver todos los días lo mismo, comer lo mismo, y caminar por los mismos senderos una y otra vez. Empezaba a comprender el lugar, la fauna, la flora, incluso empezaba a conocerme a mi. La locura selvática empezaba a esfumarse, y comencé a ser productivo, poniendo sobre la mesa los conocimientos adquiridos durante ese tiempo, y organizándome un poco, tomando prioridades.
No fue hasta que tuve un percance con un murciélago, hasta que decidí abandonar la selva por unos días para ir a vacunarme de la rabia y poder seguir trabajando más tranquilo con estos bellos e incomprendidos seres. Esos días en el Coca, en los cuales me vacuné de la rabia, viendo la tele, tirado en la cama, comiendo comida basura y durmiendo, fueron una brisa de aire fresco que me ayudarían a pasar los siguientes dos meses metidos de nuevo en la selva.

Y de nuevo, volví para seguir con lo que andaba haciendo. Fueron dos meses intensivos, pero enfocados en diferentes temas que andaba cubriendo, fotográficamente hablando, los cuales dieron para mucho, a pesar de las dificultades por las que pasé. Y es que la selva pasa factura, no solo para un servidor, si no para el equipo electrónico del susodicho. Durante ese tiempo mucho equipo fotográfico murió, fue atacado por los hongos y la lluvia. Nada menos que 1 cuerpo de cámara, 5 flashes, 1 disco duro, tarjetas de memoria (con sus muchos Gigabytes de fotos dentro) murieron en el intento. Sin duda alguna fue un duro palo, psicológico, y para el bolsillo. Pero sobretodo la impotencia de no poder reponer nada de eso hasta volver a España, por lo que había fotos que ya no se podrían tomar, poniendo las cosas más difíciles. Por suerte Paul Bertner me dejó utilizar parte de su equipo, el cual dejó en el hotel, y me lo prestó ante dichas dificultades, facilitándome mucho las cosas. No obstante alguna de sus cosas también murieron en esas semanas.

Con muchas fotos en los discos duros, grandes experiencias, adversidades y conocimientos a la espalda, esta aventura tomaba fin, y con pena, volví a Quito, donde pasaría algún día descansando, antes de retomar mis aventuras, esta vez con amigos.

Hacía ya meses que Gabri había comprado su vuelo a Quito, pero no fue hasta esa semana que decidimos a dónde ir. Y fue a última hora, cuando se unió a la aventura, Octavio, aprovechando que iba a asistir al Congreso Iberoamericano de Herpetología, organizado en Quito. Sin duda el viaje prometía ser épico, y no íbamos desencaminados. Durante algo más de una semana, recorrimos los bosques de Canandé, Mindo y Puerto Quito, en busca de víboras, serpientes y otras criaturas de la noche, viendo y fotografiando cantidad de ellos. Sin duda este viaje fue de los grandes, además de que cargué aun más mis baterías para adentrarme en mi último mes en tierras ecuatorianas.

Y aquí es cuando llegó Septiembre, mes en el que vino a visitarme mi amigo de toda la vida, Victor, para que le mordiera un perro, ver ballenas saltando en Puerto Lopez, comer ceviche y visitar algunos de esos sitios tan turísticos que no había visitado antes, y que reservaba para visitar con algún amigo que viniera a verme. Ya estaba listo para partir a tierras españolas, pero no sin antes despedirme de uno de mis lugares favoritos.

De nuevo y por última vez, me mudé por una semana a una pequeña cabañita en El Jardín de los Sueños, donde una vez más, su dueño y buen amigo Christophe me alojó, dejándome disfrutar de su casa, y el bosque en el que está integrada. Durante unos días y sabiendo lo poco que me quedaba en Ecuador, disfruté de los últimos paseos por el bosque, de día y de noche, del cantar de los tucanes al atardecer, y de las puestas de sol en el tejado.

Con pena, pero con alegría de volver a Madrid, me despedía de la Maná, regresando a Quito, despidiéndome de la gente con unas buenas bielas.
Y ahí estaba yo, en el aeropuerto, jugando al tétris con mis maletas, despidiendo una etapa de mi vida, y vislumbrando una nueva, en Madrid.

Ya por tierras españolas, no pasaría mucho tiempo sin viajar, pues por algo soy un culo inquieto, y viajé a Montphoto, en Lloret de Mar, donde daría una charla sobre ética y fotografía de naturaleza, o lo que es lo mismo, “haciendo amigos”.

La siguiente semana, con motivo de ser finalista en el Wildlife Photographer of the Year, por tercer año, viajé a Londres con mi familia, para asistir a la ceremonia de entrega de premios. Sin duda fueron buenos días por tierras londinenses. Simplemente amo esa ciudad.

Pero esto no acababa aquí, y me fui para Alemania, esta vez a Lünen, donde asistí al festival que organiza la GDT. A pesar de no tener ninguna foto premiada este año, me apetecía asistir y ver a unos cuantos amigos.
Después de esto, pocos viajes más he hecho hasta la fecha, y he permanecido por fin en Madrid, mi querida ciudad. ¡¡Ya era hora de relajarse un poco!!

Ahora toca trabajar un poco con todas las fotos tomadas durante este tiempo, en frente del ordenador. Sí, lo sé, no es tan divertido como el estar haciendo el Tarzán o el Indiana Jones, pero en algún momento había que hacerlo.

Solo puedo decir que el 2017, ha sido un año increíble, y que ya estoy mirando al 2018, viendo que sorpresas me depara, organizando mis próximas aventuras y sobretodo disfrutando de lo que queda de este.

Ya despidiéndome, comentar que este año he tenido la suerte de ser premiado en concursos como Wildlife Photographer of the Year, Asferico, Memorial María Luisa, Natures Best Photography Awards, Montphoto y el Certamen Fotográfico de Medio Ambiente que organiza Colmenar. Cruzaré los dedos para ver si suena la flauta el año que viene en algún concurso! Aquí os dejo un mural con las fotos premiadas.

Y por último aquí os dejo un mural con 12 fotos, con algunas de mis favoritas tomadas este año. ¡Espero que os gusten!

2 comentarios en «Mi último post del año»

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